viernes, 15 de junio de 2007

El idioma... parte de nuestro ser

Una vez en Camerún, uno de los aspectos más difíciles de encarar durante mi proceso de adaptación fue el idioma, sobre todo al tener una pareja extranjera con la que habitualmente me comunico en inglés, convirtiéndose esta lengua prácticamente en la propia, al ser la primera que pronuncio desde que abro los ojos por la mañana, hasta que los cierro, al final de la jornada; tal y como sucedía en Caracas, pero únicamente en las fronteras del hogar, ya que una vez traspasada la puerta, felizmente el español reinaba por doquier.

En Douala, la barrera idiomática estuvo presente en todos y cada uno de los escenarios que enfrenté a mi llegada, pues los cameruneses de esta zona hablan en francés, aunque te puedes topar con alguno de habla inglesa, a quienes debo reconocer no entiendo muy bien dado su difícil acento, o porque muchas veces, supuestamente, te hablan en inglés, pero realmente están hablando en pidgin, una forma simplificada del inglés que se origina como producto de la comunicación entre grupos que no comparten la misma lengua, y aquí vale la pena acotar, que sólo en Camerún hay más de 250 dialectos, ya que es común que cada pueblo tenga una lengua propia.

Menos mal que en situaciones cotidianas como al comprar fruta en la calle u ordenar queso en el supermercado, siempre es posible valerse del cuerpo para entablar la comunicación, siendo los dedos protagonistas indispensables a la hora de establecer la cantidad deseada y el precio a cancelar, o bien para exclamar que está muy caro y que no piensas pagar tan exagerada suma.

Luego de un mes en esta caótica ciudad, y con cierta dificultad, logré familiarizarme con los números en francés, que por cierto encuentro bastante complejos, y ahora me doy cuenta porque nunca los aprendí en el colegio; y es que me pregunto por qué carrizo en francés no existe un vocablo que describa ochenta, sino que hay que decir cuatro veces veinte! Y por qué por ejemplo, en vez de decir simplemente noventa y dos, hay que decir quatre vingt douze, lo que equivale a decir cuatro veces veinte más doce! Sin comentarios!

La verdad es que en ciertos contextos la barrera del idioma puede llegar a ser divertida, pues generalmente se trata de situaciones sencillas en las que entre una sonrisa y gestos de desesperación, ambas partes se alivian cuando finalmente llega el entendimiento, y todo podría fácilmente terminar en múltiples carcajadas de alegría por, finalmente, haber llegado al meollo del asunto.

El problema fue, cuando me di cuenta que la mayoría de amigos, o conocidos en general, se estaba convirtiendo en un grupo de expatriados de habla inglesa u otros europeos que utilizan el inglés. Una gama muy extensa de acentos, que me hicieron entender cómo ha de sentirse un gringo en medio de un grupo variado de latinos hablando en español.

Hoy día, despúes de nueve meses, mi oído ha logrado adaptarse, pero al principio fue una batalla muy dura lidiar con gente de varias partes de USA y el Reino Unido, o cualquier cantidad de extranjeros, quienes manejan este idioma como simple herramienta comunicacional: un filipino, una alemana, o una indonesia, a quienes normalmente puedo entender con mayor facilidad, pues al igual que yo, han tenido que asumir suya una lengua ajena.

En mi peregrinar por este reino de emigrados, me he encontrado con todo tipo de personajes, de los que sin duda me he sentido más cercana o alejada dependiendo de su forma de hablar.

Entre todos los diferentes tipos de inglés con los que he batallado, está por ejemplo el de Sandy, una americana de Texas a quien no podía entender absolutamente nada, pues aparte de su particular acento tejano y el ritmo veloz con el que conversa, tiene un tono de voz extremadamente insoportable que me hace imaginarla participando en el concurso “Miss Texas”, que seguramente no ganaría, pero en el que sin duda lograría obtener la banda de Señorita Simpatía, pues esa es mi imagen de Sandy, una especie de barbie pigmeo, que está todo el tiempo sonriendo y queriendo ser la amiga de todos.

Me ocurría igual con muchos americanos, y sorprendentemente me topé con el caso de Davor, a quien en una primera conversación identifiqué como mi mejor amigo en la ciudad, ya que me resultaba muy fácil entenderle. Davor es escoses, y no me di cuenta de que mi afinidad por él se debía a su acento, hasta que me puse a reflexionar sobre el asunto, pues al ser mi consorte también de aquellos lares, me resultaba familiar. Luego me di cuenta que se necesita algo más que un acento para compartir una amistad, pero eso ya es harina de otro costal!

También conocí a John, quien nació en Carolina del Sur, pero llegó a Douala después de vivir tres años en Venezuela, lo que hizo que tuvieramos algunas cosas en común, y que nuestro entendimiento fuera mayor, ya que John podía entender perfectamente si yo le decía que quería comerme una arepa, o reirse si me oía decir “guacátela” frente algo desagradable.

El idioma es sencillamente fundamental a la hora de definir lo que somos, es una huella indeleble que viaja con nosotros a lo largo del camino, no importa donde estemos o con quien hablemos, nuestra lengua está siempre allí, en lo más íntimo de nuestro ser, y la llevaremos con nosotros hasta el momento de nuestra muerte. A través de nuestra jerga podemos conectarnos o desligarnos de los demás, y es por ello que cuando se está lejos y tenemos la oportunidad de hablarlo con quien sea, se siente un efecto sedativo.

Hoy día mi oído está adaptado, puedo afirmar que mi inglés ha mejorado mucho, ahora soy capaz de “machucar” el francés y puedo sobrevivir sin utilizar mis manos. Pero si hay algo que reconozco abiertamente, es que mi vida en Camerún cambió positivamente cuando fui contactada por la comunidad hispana, quienes me rescataron del limbo idiomático en el que estaba sumida, y con quienes además comparto a diario la dicha de ser latinoamericanos.

3 comentarios:

Dabart dijo...

huy! que stress!!!! pero te comprendo....
saludos!

SOL dijo...

Al principio es chimbo eso de poder comunicarse y que fluya todo clarito, pero "piano piano" se aprende, me hiciste recordar la primera vez que vine a por estos lares, y mis mimicas con la mama de una amiga siciliana.
Tuve la suerte que cuando me vine a vivir aqui, ya medio machucaba el italiano, y que del italiano al spanish hay un paso.
Curioso eso de los numeros franceses, no? no se porque no me llama nadita la atencion ese idioma. Como cuarto idioma me gustaria aprender portugues.
Saludos!

MoniQueen dijo...

Hola chicos! Si al principio es muy stresante... pero como todo hay que darle tiempo al tiempo! A mi el frances tampoco me gusta, lo reconozco, nunca me ha interesado, y cuando la gente dice que es el idioma del amor, a mi me parece que es el de lo cursi... pero bueno entre gustos y colores, ya sabemos como funciona, a mi me encanta el aleman que todo el mundo encuentra duro. Ni modo, el frances es al menos util, en septiembre empiezo un curso, asi que voy a aprovechar el proximo año para mejorarlo... imaginense lo que voy a terminar hablando: frances africano con acento latino!